martes, 11 de agosto de 2009

Capitulo I

Bella


Tanto tiempo que pareció una eternidad me quedé parada frente a la ventana mirando como se alejaban en el coche mi hija, mi yerno y mi nieto; sentí claramente como si físicamente me hubieran arrancado un pedazo del corazón.
Sabía que esta separación era por el bien de ellos, sobre todo de mi pequeño nieto que era tan frágil, tan humano, pero aun así dolía al extremo.

La carretera se perdía entre miles de árboles, la neblina y la lluvia permanente de ese lugar tan frío, me traía viejos recuerdos, como mi vida se había transformado hasta convertirse en algo que era tan difícil explicar con palabras, ahora ni siquiera era humana, pero la manera en que los sentimientos se manifestaban en mí, había aumentado a tal grado, que sabía perfectamente que un corazón humano no soportaría este dolor.

La familia entera se había quedado inmóvil, ninguno se atrevía a moverse siquiera, como si la inmovilidad ayudara a manejar la pérdida, nadie habló ni respiró. Mucho tiempo después no supe bien cuanto, Edward se acerco a mi y me abrazó por la espalda, casi pude sentir su dolor como si fuera algo tangible, lo mas probable era porque era de la misma magnitud del mío.

Voltee a mirarlo a la cara, para de esta manera buscar consuelo en esos ojos, que siempre me habían hecho perder el mundo y adentrarme tanto en ellos que nada mas importara. Pero en sus ojos también había una infinita tristeza. Busque entonces sus labios, que me recibieron casi con miedo, no estaban en condiciones de dar consuelo, así que luche por ser fuerte, por buscar las herramientas dentro de mi ser para ser yo la que consolara a mi marido. Esto es por el bien de los que amamos, me dije, así que desterré de mi mente toda tristeza, le pedí a Edward irnos a nuestra casa, para estar a solas.

Estando allá nos perdimos uno en el otro y las horas se pasaron sin darnos cuenta, casi nos sorprendió cuando Nessie telefoneo para avisar que ya habían llegado a La Push, el escuchar su voz y el saber que iba a estar bien nos consoló bastante. Casi de inmediato Alice le pidió fotos de todo, le exigió que diario mandara correos con fotos de Ángel, y videos, todos nos reímos ante su urgencia pero de igual manera queríamos que de ninguna forma nos perdiéramos nada de la vida de Ángel, mi hermoso nieto con el rostro de Edward.

Aun así después de colgar el teléfono, el vacío físico volvió a apoderarse de mi corazón, el consuelo no llegaba a mí, a pesar de que trataba de convencerme por todos los medios, que esta separación era para el bien de ellos, en el fondo de mi mente estaba la verdadera razón de mi desconsuelo.

Años atrás, cuando tome la decisión de convertirme en vampiro, sabía que esto significaría separarme de mis seres queridos, pero lo hice con la firme convicción de querer estar por la eternidad con el ser que me había hecho despertar un sentimiento mucho más grande que el simple amor; mi convicción no había cambiado en absoluto, aun seguía pensando en él como la fuerza que me mantendría viva por la eternidad. Pero nunca me imaginé que tendría una hija, y por supuesto mucho menos un nieto, ahora los tenía, los amaba pero tenían que estar lejos de mí, precisamente por mi condición de vampiro. Eso dolía.

Pero había algo más, algo que todos los Cullen supimos desde el mismo instante en que los lobos terminaron con la vida de Jane; una guerra se había desatado, la más grande guerra que nunca jamás hubo en el mundo inmortal.

Los Vulturi, la imponente familia Italiana, los que se habían autoproclamado la ley entre los vampiros, jamás pasarían por alto la muerte de uno de sus miembros, aun se lo hubiera ganado al desobedecerlos y atacar a uno de los nuestros, eso no les importaría; Alec jamás dejaría sin venganza la muerte de su hermana, ellos vendrían a acabar con nosotros, y nosotros deberíamos destruirlos antes de siquiera supieran el paradero de mi hija y mi nieto.

No podría soportar de nuevo la angustia que había vivido al saber que mi hija estaba en peligro. Ahora mismo, aun sabiendo que Jane estaba muerta, el sólo hecho de pensar su nombre hacia que mi pecho se estremeciera e instintivamente mostrara los dientes en señal de amenaza. Toda la ira instintiva del vampiro se apoderaba de mí, al recordar esa llamada que había recibido estando en el Amazonas.

La amenaza de Jane no terminó con mi cordura, gracias a que inmediatamente me puse en marcha, salvaría a mi hija yo sola si fuera necesario, pero aun así no quise cometer el mismo error del pasado, cuando James me había chantajeado, engañándome con que tenía secuestrada a mi mamá. No actuaría sola esta vez, quería a todos ahí, todos los vampiros que pudieran ayudarnos y las mandadas de licántropos también.

Pero me sentía tan angustiada, enojada, desesperada, que sabía que no iba a poder pronunciar palabra, sólo fuertes rugidos salían de mi pecho, hubiera destrozado a Jane con mis manos si la hubiera tenido enfrente, el sólo imaginar a mi pequeña hija a merced de esos espeluznantes ojos rojos, que podían torturarla de manera indescriptible hacía que todo mi ser se llenara de una ira incomparable.

Los vampiros a mi alrededor no necesitaron ninguna explicación, mi escudo motivado por la ira se había extendido de manera impresionante y como nunca, ni siquiera como aquella vez con los Vulturis. Inmediatamente lo aparté de mi mente, para que Edward pudiera leer mis pensamientos sin necesidad de que yo tuviera que explicarle nada.

Al escucharme de su boca escaparon impresionantes rugidos, sin esperar que dijera nada me lance al mar, quería cruzarlo a la velocidad de la luz, me importo un comino que alguien se percatara de mí y de la forma que me movía, al diablo con la discreción, tenia que llegar donde estaba mi hija antes de que Jane fuera capaz de ponerle un solo dedo encima. Todos los demás nos siguieron de inmediato.


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